la caja de pandora

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martes, 20 de noviembre de 2012

Como un extraño salgo a caminar

"por las calles silenciosas del suburbio va mi alma 
solitaria entre el mundo y las veredas viejas"


Charlando con un amigo llegué a la conclusión de que esta ciudad me da impunidad. Un halo de no me importa nada, un viento, un resoplido a favor que me hace un poquito más libre cada día. Me parece que ese "changüí" que me regala la ciudad altera un eslabón de mi adn, un pedacito que quiere estar ahí y que pelea con mi origen, el lugar donde crecí. 


Soy impune a la hora de ser yo. En la masa, curiosamente, soy más diferente, por oposición, me defino. Los que caminan a mi lado no saben lo poco que mi importa si soy políticamente correcta o si hago que alguien pase esa siempre mal justificada vergüenza ajena y que intento solucionar con incómodos y nerviosos miles de perdones.

Simplemente, además de impune, soy inmune a las miradas que no miran ni tampoco observan, sino que no hacen más que ser un par de ojos fijos en la nada, pensando en los trámites del día, las cuentas impagas, en que llegada la noche no van o poder dormir, en que tienen un amor infiel. 

Camino tranquila pese a que a veces me dejo llevar por el ritmo alrededor. Llevo mi yo, desplegado, sin miedo al ridículo. Camino con quien quiero. Hago equilibrio en los cordones. Salto baldosas y piso las que sé que van a salpicar. Memorizo senderos que quiero borrar. Y retomo otros en busca de más impunidad.