la caja de pandora

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viernes, 28 de diciembre de 2012

Cada palpitación late más fuerte

No se puede destruir todo un sueño sin soñarlo

Estar ahogándote en la incertidumbre y tener que seguir en la duda. 
Saber que estás equivocado y tener que seguir errando. 
Sentir el alma herida y tener que seguir disimulando. 
Querer estar lejos y tener que seguir apegado. 

Al final, lo importante es estar donde uno quiere...

martes, 20 de noviembre de 2012

Como un extraño salgo a caminar

"por las calles silenciosas del suburbio va mi alma 
solitaria entre el mundo y las veredas viejas"


Charlando con un amigo llegué a la conclusión de que esta ciudad me da impunidad. Un halo de no me importa nada, un viento, un resoplido a favor que me hace un poquito más libre cada día. Me parece que ese "changüí" que me regala la ciudad altera un eslabón de mi adn, un pedacito que quiere estar ahí y que pelea con mi origen, el lugar donde crecí. 


Soy impune a la hora de ser yo. En la masa, curiosamente, soy más diferente, por oposición, me defino. Los que caminan a mi lado no saben lo poco que mi importa si soy políticamente correcta o si hago que alguien pase esa siempre mal justificada vergüenza ajena y que intento solucionar con incómodos y nerviosos miles de perdones.

Simplemente, además de impune, soy inmune a las miradas que no miran ni tampoco observan, sino que no hacen más que ser un par de ojos fijos en la nada, pensando en los trámites del día, las cuentas impagas, en que llegada la noche no van o poder dormir, en que tienen un amor infiel. 

Camino tranquila pese a que a veces me dejo llevar por el ritmo alrededor. Llevo mi yo, desplegado, sin miedo al ridículo. Camino con quien quiero. Hago equilibrio en los cordones. Salto baldosas y piso las que sé que van a salpicar. Memorizo senderos que quiero borrar. Y retomo otros en busca de más impunidad. 

jueves, 11 de octubre de 2012

El viento que todo empuja

"Hoy me detuve en tu mirada que raja el velo del dolor
y supe que hay algo más que percibir"

Es terrible querer ayudar a alguien y no poder. La empatía no alcanza, menos si el otro no la cree posible. No hay palabra que alcance ni aliento que le llene el pecho. Simplemente, muere nuestro intento y fracasamos como apoyo.

A veces lo duro no es el dolor físico del otro, sino su dolor emocional. Lo difícil es estar de buen ánimo y ahí es cuando somos todavía más prescindibles. La lucha, con la cabeza en la almohada, es del otro, solo, contra él mismo. Una vez más, estamos fuera. 

El que sufre, acepta los chistes malos y la denominada buena vibra, pero la verdad, él es quien nos complace, finge, disimula un gesto de agradecimiento para que no intentemos más sacarle ese puñal que le rasga el alma, porque sabe que tiene que cargarlo. También solo. 

En momentos de mierda, queremos ir a la par, pero no somos más que distracciones de una realidad que nos arrebata un amigo, un colega, un familiar, un allegado. Los tiempos no se corresponden, corremos junto a un otro que llora en cámara lenta. Aislado, en su tiempo. 

Tenemos una perspectiva que mira desde nuestro ombligo, presumimos de sentimientos compartidos que no son, inasequibles. El otro nos ve, apartado de lo que asumimos, que lo esperamos al final, lejos, lejos en el tiempo, en expectativas, en proyectos. Los dejamos solos.

Y ahí es cuando no queda más que doblegar nuestro ego, saber que la empatía no es tal, que es el otro el quien nos cuida de su dolor, porque sabe, que es de él y de nadie más. Pero al final, algo sí es compartido: el querer, querer llorar de a dos, querer ser otro, querer...quererlo. 

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Una vuelta al chaperío

"Y la luna que se ha posado
sobre los techos de Pompeya" 

Hace mucho tiempo noté, y seguramente no sea la primera, que la noche es más linda que el día. "A esta le gusta la joda", suena una voz particular en mi cabeza. Puede ser, pero no es eso lo que intento decir. La noche es más atractiva porque tiene una paz distinta a eso que arranca cuando sale el sol. 

La noche parece ser poseedora de más tiempo, todo se ralentiza. Cuando tenemos mucho que hacer al sonar el despertador de otro cuadradito que tacharemos del calendario, la comemos, masticamos y gastamos pensando en ello. Cuando se avecina algo que ansiamos y que esperamos con anhelo, es eterna. 

Con la caída del sol ponemos la energía en lo que esperamos durante más de doce horas fuera de casa. Planeamos llegar, sacarnos los zapatos, ser desaliñados, besar al que nos recibe con la comida o acariciar al perro, abrir el libro que nos tuvo en vela y espera sobre la mesa de luz o, simplemente, no hacer nada.

La oscuridad nos deja meditar, evaluarnos en la soledad. No se si lo notaron, pero el devenir diario no nos da tiempo para pensarnos, fluye, sin más. Cuando salen las estrellas, el viento trae las ideas de ingeniosos desvelados, cobija penas de amor y susurra gritos de placer. 

lunes, 6 de agosto de 2012

Cada uno lleva su alma

"Cada sol que guarda el cielo
tiene un desierto para brillar "



Hay un amor que no se puede explicar, es parecido al que uno siente por la familia, pero no es tal, es distinto. No es más fuerte ni más débil, es esencialmente diferente. Es el amor que despierta esa gente que llega a nuestra vida por elección. Como los hijos o abuelos del corazón. 

Es increíble cómo, sin compartir la misma sangre, el cariño por ellos es tan fuerte. Son invitados de la vida. No hay papeles, ni vínculos forzados. Simplemente, aparecen y caminamos a la par. Y se vuelven parte de uno, de los recuerdos, parte de aquello que construimos juntos. 


Algunos, son angelitos, chiquitos, que por la voluntad y deseo, son recibidos en una casa que les es extraña, pero que los espera y ansía hace tiempo y que los recibe con más expectativas que los más buscados. Son aquellos que de un día para el otro convierten a simples parejas en papás.


Otros, son aquellos parientes del corazón, que también adoptamos como propios, porque se inmiscuyen en cada lugarcito que les reservamos y no podemos imaginar la vida sin ellos. El sólo hecho de perderlos nos hace caer en la cuenta de lo imprescindibles que se volvieron. 


Y así, sin más, llenamos los días de hijos y abuelos que aprendemos a querer, no por crianza, ni por tiempo compartido. Abrazamos familias y amigos que queremos porque los invitamos, no a conciencia, ni por obligación, sino que elegimos con el corazón, nada más honesto, nada más real.








miércoles, 1 de agosto de 2012

Un tiempo fuera de casa

"Los dejaste y buscaste otro destino..."

Y así, cuento casi siete en Buenos Aires, no reniego, lejos de eso, reflexiono y pienso en que hace un tiempo sólo quería huir de esta selva de cemento, pero cuando llegó el día, no fue tan simple como armar las valijas y huir a un lugar seguro, como mi casa.

Se sumó gente a mi vida, crecieron los proyectos y de a poco las raíces que me arraigan a este lugar, esas que hacen que de vez en cuando se me escape un "sho", así bien porteño; o que me acostumbre a estar atorada en el tránsito o que quiera ir a un shopping.

Sin embargo, no hay como el hogar, ese lugar impoluto, idealizado y perfecto en cada recuerdo. Lugar en que salís solo de noche y siempre encontrás con quien ocupar la mesa de un bar, la ciudad en la que todo queda cerca y que vas por la calle saludando conocidos. Ese Bariloche en que te llevaban de excursión por "El día de las montañas limpias" y que se llenaba de estudiantes ruidosos, eso extraño.

Hace tiempo el trabajo me quitó la chance de ver la montañas nevadas, de salir a caminar bajo los copos de nieve y levantarme a la mañana sin un ruido, producto de la ciudad tapada de nieve. Lo anhelo, quiero con locura estar ahí, pero...por sorpresa, un poquito quiero estar acá. Haciendo lo mío, mis notas, volviendo a la facu desde otro lugar, conociendo la Capital como para guiar a los perdidos y apropiándome de ese lugar que me resultaba extraño.

Me duele en el alma pensar que ahora es más probable quedarme acá que volver, pero uno le toma el gusto, sea por gusto, valga la redundancia, o sea a la fuerza. Y ahí, sale esa fuerza del hombre de adaptarse y apropiarse de lo que le es extraño, hacerlo suyo, resignificarlo, para que así pese menos sentirse solo, para comprender, preguntar y encontrar la respuesta que termine con la incertidumbre: "hic et nunc ego sum"..."porque aquí y ahora yo soy". Nada en potencia, ser hoy.

Lo que me calma es saber que por más distancia que haya, esos1650 km, que me alejan de mi familia, son ínfimos, porque algo nunca va a cambiar: mi casa nunca me va a resultar extraña, porque un poquito sigo viviendo allá, por medio de mis charlas eternas con mamá, con las cosas ricas que manda mi abuela o los esfuerzos de papá; porque después de todo mi lugar sigue presente, en mis sueños y proyectos, que siempre contemplan la posibilidad de regresar.

martes, 31 de julio de 2012

Al mal tiempo, buen humor

"Te marqué un tweet como favorito", me dice un colega en el laburo. Me resultó simpático, pero sin dudas curioso. Lo que estaba queriendo decir era que me daba el "ok", me daba el visto bueno de aquello que había dicho. Estaba premiando alguna de mis ocurrencias en 140 caracteres. "Y te retwitié" (así, a lo argento), insitió. Entonces, no sólo le gusto el guiño de mi frase, sino que también le hizo llegar mi breve momento de lucidez a sus 1432 seguidores. Aprecié el gesto, pero me quedé pensando.

Mis fotos no tienen éxito en Facebook: no poso medio desnuda, no escracho a familiares, ni tengo una fotogalería política. Mi cuenta de LinkedIn es sobria, seria y dominada por el logos. Pero Twitter es distinto: tengo bronca, se nota; extraño Bariloche, a las claras está mi anhelo de volver a casa; descontrolé con amigos, de 140 caracteres, 120 los tipeo mal; tweet de denuncia, cuelgo foto...y eso no es todo.

Me deja jugar con un gran recurso, que si no sos linda ni muy elocuente para twittear, ayuda: el humor. A veces hasta me río sola, no me interesa si a nadie le importa, si no me retwittean, ni si consigo un favorito. Simplemente, ahí está, el mal chiste, la burla sobre mí misma, la foto en la que sí me escracho, los gustos que me doy y que me ponen kilos demás, pero que los llevo feliz. 

¿A qué voy? La verdad es que el detonante de esta reflexión no pega nada con el encadenamiento ilógico que me lleva a ella. Simplemente, estoy viviendo cosas muy duras e injustas y descubrí que sólo con buen humor y buen ánimo puedo superar. Así, hoy creo más que nunca en que poco cuenta la guita que lleves en el bolsillo o los 90-60-90 que menees por las obras en construcción. 

Sin amigos que te hagan el aguante, sin familia que extrañar y sin ese pibe que te vuelve completamente loca sólo con articular una palabra, nada tiene sentido. ¿Trillado?, seguramente, pero no viene mal de vez en cuando ponerlo en palabras que, en definitiva, es una forma de darle sentido a aquello que anda rondando: un suspiro, una lágrima, una carcajada y hasta una puteada. 


lunes, 19 de marzo de 2012

Ama de casa a prueba de fallos

Así tendría que iniciar mi sistema operativo de prototipo de mujer de su casa, expresión un tanto machista si se quiere.


Lejos de las formalidades quiero simplemente escribir, no digo que esto vaya a ser un tole tole de errores de ortografía o un caos gramatical, pero tengo ganas de dejar que las teclas hablen por mí, así sin más.


Hace un tiempo que se acabó mi contrato de pasantía, que se terminó el programa de radio y la escuela de ayudantes, hace tiempo que me reencontré con todo aquello que por el devenir de la rutina diaria había quedado haciendo fila en una lista de pendientes. Entre ello algunos amigos, que si bien son incondicionales, hay que estar presente; los chequeos médicos de rutina (sí, palabra recurrente hoy en día), mi familia y sobre todo mi gusto por la escritura y la lectura.


Como ama de casa mi desempeño es mediocre, me levanto tarde y termino por cocinar a las apuradas para tener la comida lista para mi hermana, cruzo al super a buscar algo que se me antoje comer y vuelvo a casa, rápido, porque salí sin arreglarme, en ojotas y con la remera que uso de pijama. No hago nada y lo que está en el horno se quema igual, la cocina siempre ameritó poca atención de mi parte. Tranquila, intentando convertir un departamento de estudiantes en un hogar, sueño con decorarlo y que haya olor a comida casera, pero para eso falta.

Busco excusas para salir a caminar por esta selva de cemento, paseo un rato por la vida ajena en las redes sociales, me doy el gusto de leer ese libro que junta polvo sobre la "mesadeluzescritorio" y ahora, también me doy el gusto de ser yo en mi blog, de reflejar mi vida y dejar salir eso que anda rondando en la materia gris con ganas de trascender.



Ahora me retiro, porque una vez más algo huele a quemado en mi cocina.